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Porto-Rican Folk-Lore.
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que si le parece bien
que ausente pueda vivir,
y que me mande a decir;
que engañado no me tenga
si ha de ocupar la vivienda
donde yo no pueda ir.

Papel, dile la verdad,
comunícaselo así,
que si ella me tiene a mí
como yo la tengo acá;
pues que vea el tiempo que va
que ya me voy a morir;
no me verá divertir
hasta que no la consiga,
y es mal que en mí no se olvida;
claro le vas a decir.

Y sin que falte la voz
dile todo mi sentir,
y que me mande a decir
si cuento con ella o no;
con una bonita voz
le puedes comunicar;
dile todo mi penar
para que se atemorice,
y a más de esto me le dices
que no la puedo olvidar.

56.

Decidme, estrellas del cielo,
donde está la prenda mía,
que la busco y no la hallo
todas las horas del día.

Le pregunto a una preciosa
que por el cielo camina,
dónde está la flor más fina,
la más linda mariposa,
aquella azucena hermosa
por quien vivo y por quien muero,
aquel brillante lucero
que en el cielo no parece,
y yo pregunto varias veces;
decidme estrellas del cielo.

Pregunto al sol que más anda
por ver si me da noticias
si en el cielo se divisa
alguna aluvial avalancha,
a donde se espasea mi alma
con contento y alegría,
a donde yo me divertía
con muchísima afición;
le pregunto al corazón
dónde está la prenda mía.

Ven acá, clavel hermoso,
lucero, luna sin menguante,
dale consuelo a tu amante
que por ti se halla quejoso;
pregunto a un cielo precioso
que trafica con sus rayos;
partiendo mal hilo callo
y todo el mundo también;
dame nuevas de mi bien
que lo busco y no lo hallo.

Ya no pueden mis suspiros
porque a mi amante no veo,
ni fragatas, ni correo
me dan noticias, bien mío;
ni tampoco los navíos
que vienen de Andalucía,
porque yo no tengo vida
mientras no la estoy mirando,
y en ella vivo pensando
todas las horas del día.

57.

Si supieras mi dolor,
mi sentimiento y mi pena,
lástima te había de dar
aunque amor no me tuvieras.

No me trates con crueldad,
ángel de mi adoración,
que mi triste corazón
siente una infelicidad;
mírame con más piedad
y no me niegues tu amor,
yo muero por tu rigor
dulce encanto de mi vida;
no me matarías, querida,
si supieras mi dolor.

Dulce encanto de mi vida
ya no te dueles de mí,
quien puede vivir así
retirado en tanta calma;
mírame, espejo del alma,
encantadora sirena,


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